Por: José David Contreras Cuevas
A mediados
de la década del 1980, en los Estados Unidos se puso en marcha varias medidas
de la naciente política antidrogas para frenar la ola de violencia que se había
desatado a causa del consumo de crack-cocaína en toda esa nación
norteamericana. Para 1968, cuando Ronald Reagan era presidente anunció por
primera vez, que las drogas eran unas amenazas en materia de seguridad del
país, convirtiéndose en un problema de preocupación para ellos.
Ese momento
fue crucial porque marcó el modelo actual de las políticas antidrogas de los
Estados Unidos, hasta nuestros días, contra el tráfico de drogas ilícitas, a partir
de ese paradigma Washington tiene un objetivo general que es reducir la oferta y
tráfico de drogas hacia su territorio con dos estrategias distintas y
divorciadas de su propio enfoque.
La primera
estrategia es el deseo de buscar atajos y soluciones rápidas a la lucha contra
las drogas al interior del país, que lo ha llevado a un mal sin precedente en
el consumo de drogas en Estados Unidos.
Para
Latinoamérica, se aplica la segunda estrategia que es la disminución de la
oferta de drogas, especialmente de cocaína y heroína mediante restricciones a
la producción en los países de origen y el decomiso de los cargamentos en
tránsito. Fracaso.
Reducir la
oferta a través de una legislación rígida y hacer que el tráfico sea más
peligroso y costoso, impactarían directamente en una disminución en la producción, aumentado así los precios,
este razonamiento a provocado la no obtención del desempeño deseado en la
guerra contra el narcotráfico en el Continente Americano y en el propio Estados
Unidos, una disuasión como esta no ha afectado la compra de drogas por parte de
los Estadounidenses.
Con esto nos
apoyamos para decir que la incautaciones de cargamentos de drogas no han podido
con la estabilidad y los bajos precios que se oferta y peor aún la demanda es
mayor, cuando su principal campaña de comunicación es que la oferta de las
drogas continúa fuerte y presente.
Los Estados
Unidos proporcionan apoyo y capacitación de las fuerzas militares a los países
dispuestos a prestar colaboración, el cual no ha reportado los resultados
esperados para detención y el control de la lucha contra las drogas y esto lo
único que ha provocado es una mayor militarización y como consecuencia la
expansión de la armada estadounidense y la influencia en los gobiernos que
habían cooperado y por ende esta
situación ha provocado fuertes disgustados en las relaciones diplomáticas con
la Casa Blanca.
Una
decisión inapropiada ha sido calificar América como el enemigo con el que hay
que luchar en contra de las drogas y no concentrarse en las raíces
estructurales del problema, que es la extrema pobreza y las débiles economías e
instituciones civiles de estos países, que apenas su presupuesto estatal dan
para resolver problemas sociales.
Además los
cinco países Océano Pacífico, entiéndase Perú,
Bolivia, Ecuador, Colombia y México, están con una sola disyuntiva, la
democracia o la seguridad, lo que genera que brinda el carácter ilegal de esta
actividad que en algunos casos tienen mejores armas y elementos tecnológicos
que nuestros policías. Con el agravante de que la tecnología y las habilidades
están del lado de los promotores de este flagelo social.
Estos nos
indica que todos estos años de luchase han perdido por el plan aplicado para
reducir el narcotráfico, lo que obliga a un urgente cambio en la política
anti-drogas de los Estados Unidos hacia Latinoamérica, y de Latinoamérica hacia
los Estados Unidos, porque las actuales políticas sólo tienden a modificar los
actores que participan en el mercado del narcotráfico. Al tiempo que los
cerebros de este mercado nunca son identificados y solo se localizan y apresan
a sus empleados. Cosas vere des, sancho.
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