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martes, 16 de agosto de 2022

Guerra de la Restauración: triunfo del pueblo dominicano en armas

Artículo del historiador Juan de la Cruz, con motivo del 159 aniversario del Grito de Capotillo, el 16 de agosto de 1863, que inicio la Guerra Restauradora y que tuvo como objetivo enfrentar la anexión a España, realizada el 18 de marzo de 1861, y proclamar el retorno de República Dominicana a condición de nación libre, soberana e independiente, como se hizo el 27 de febrero de 1844. 

La Guerra de la Restauración se prolongó hasta el 3 de mayo de 1865, cuando España deroga el decreto de la anexión.



Por Juan de la Cruz
Santo Domingo

La guerra de la Restauración puede ser definida como la acción político-militar más importante de la República Dominicana durante sus casi dos siglos de vida republicana.

El Grito de Capotillo del 16 de agosto de 1863 inició la guerra restauradora y tras derrotas sucesivas del Ejército Español en la Línea Noroeste y en Santiago, el 14 de septiembre se instaló el Gobierno Provisorio en esta última ciudad, el cual creó de inmediato el Ejército Libertador del Pueblo Dominicano.

De esa forma tomó cuerpo el aparato de dirección que requería el movimiento restaurador para lograr el desarrollo sistemático y coordinado de la guerra popular contra España, superando así la escasa o ninguna preparación que tenían los dominicanos en el campo de las armas. De esta forma se estaba asegurando el triunfo indiscutible de la causa dominicana.

La guerra de la Restauración fue la culminación de un complejo proceso de lucha que desarrollaron el pueblo dominicano y los seguidores del ideal duartiano de una patria absolutamente libre e independiente de toda potencia extranjera, entre los años 1861 y 1865, con las armas en la mano por el retorno del ejercicio soberano del poder en la República Dominicana.

Este acontecimiento histórico, de gran significación para la reafirmación de la nacionalidad dominicana, fue la reacción lógica de los patriotas dominicanos ante el hecho bochornoso e inconsulto realizado por el general Pedro Santana y sus acólitos de anexar el país a España el 18 de marzo de 1861 en calidad de “provincia ultramarina”, tras haber librado múltiples jornadas gloriosas frente al ejército expedicionario haitiano entre los años 1844 y 1856.

La guerra de la Restauración puede ser definida como la acción político-militar más trascendente de la República Dominicana durante sus casi dos siglos de vida republicana.

Con esta gesta se puso de manifiesto una vez más que el pueblo dominicano está dotado de un profundo sentimiento nacionalista y que es posible articularlo y unificarlo en torno a un proyecto alternativo, siempre y cuando se esté en capacidad de recoger, sistematizar e interpretar sus ansias libertarias, frustraciones y anhelos más sentidos. 

Inmediatamente se dio a conocer la imprudente e inconsulta anexión de la República Dominicana a España en la plaza pública del hoy parque Colón, las manifestaciones cívicas y las acciones armadas del pueblo dominicano no se hicieron esperar en diferentes puntos del país.

Esa fue la respuesta a la actitud entreguista de los sectores dominantes criollos y a la actitud arrogante, prepotente y discriminatoria de los sectores dominantes de origen hispánico.

Para el año 1863 se habían desvanecido todos los sueños y todas las expectativas de prosperidad económica y bienestar social que habían creado el general Pedro Santana y su grupo en la población dominicana para justificar la necesidad impostergable de la anexión de nuestro país a España.

Estas situaciones negativas fueron las que hicieron posible la unificación de todo el pueblo en torno al proyecto liberador que se inició de forma firme y decidida en el cerro de Capotillo, en Dajabón.

De esta manera, dejaron de lado, aunque fuese momentáneamente, las distintas parcelas políticas y las múltiples pugnas caudillistas desgarrantes que habían caracterizado al período de la Primera República, de cara a enfrentar a los enemigos comunes de entonces: España y sus aliados locales.

Los patriotas dominicanos se dieron cuenta de la magnitud de la empresa que se proponían llevar a cabo, razón por la cual desde el inicio entendieron como algo imprescindible contar con el apoyo decidido del pueblo haitiano y su Gobierno, quienes se convertirían en la retaguardia más firme y segura para garantizar el triunfo de su causa.

Esto así porque el pueblo haitiano también se sentía amenazado por la presencia española en la parte oriental de la isla de Santo Domingo, ya que ello podría despertar en la metrópolis francesa igual deseo de recuperar su antigua colonia.

Esto es lo que permite explicar por qué, desde el primer momento, las diferentes acciones desarrolladas por los dominicanos contaron con el respaldo público o solapado del Gobierno haitiano, muy a pesar de las amenazas constantes de España al hermano país.

Los diferentes episodios que se desarrollaron en la zona fronteriza de las dos naciones que comparten la isla de Santo Domingo ponen de manifiesto que el destino político de ambas repúblicas está conectado por puntos comunes insoslayables, como son el combate a enemigos recíprocos en diferentes coyunturas históricas, como Francia, España y Estados Unidos, así como el apoyo y la solidaridad mutua a la hora de emprender cualquier proyecto de emancipación con respecto a sus opresores.

Además de ofrecer su territorio para la preparación de los alzamientos armados contra el Gobierno español, las autoridades haitianas colaboraron con la donación e introducción de armas, municiones y otros pertrechos adquiridos en el exterior a través de sus puertos, a favor de la grande y hermosa empresa de la restauración de la República Dominicana.

Después de los levantamientos ahogados en sangre en diferentes puntos del país a partir de la anexión a España, como el de Moca —que encabezó el coronel José Contreras el 2 de mayo de 1861—, el de San Juan de la Maguana —que lideró Francisco del Rosario Sánchez entre los meses de mayo y julio de 1861—, el de Neiba —que encabezó Cayetano Velázquez el día 9 de febrero de 1863—, los de Sabaneta, Guayubín y Montecristi –que encabezó Santiago Rodríguez el día 21 de febrero de 1863– y el de Santiago de los Caballeros —el 24 de febrero de 1863—, varios patriotas dominicanos liderados por Santiago Rodríguez, Benito Monción y José Cabrera procedieron a cruzar la frontera norte desde el vecino país de Haití el 16 de agosto de 1863, a redoble de tambor, e izaron la bandera tricolor en el cerro de Capotillo, comunidad perteneciente a la actual provincia de Dajabón.

En tan solo veinte días, todos los pueblos de la Línea Noroeste habían sido ganados por los patriotas dominicanos y la guerra tomó tal dimensión que se generalizó por todo el país, razón por la cual se hacía sumamente necesario y urgente el surgimiento de un instrumento político-militar que estuviera en capacidad de conducir hacia la victoria aquel glorioso e inmenso movimiento de liberación nacional.

Entre los días 31 de agosto y 13 de septiembre de 1863 se libró la decisiva Batalla de Santiago de los Caballeros entre los restauradores y las fuerzas invasoras españolas, que en su totalidad tuvo una duración de aproximadamente 14 días.

Esta contienda bélica concluyó con la rendición de las fuerzas invasoras realistas, siendo la acción del 6 de septiembre de ese año la más decisiva en la definición del conflicto armado que se desarrolló entre los patriotas dominicanos y las tropas peninsulares.

Fue así como, en medio del fragor de la lucha, se creó el Comando Central, integrado por los generales Gaspar Polanco, Gregorio Lora, Ignacio Reyes y Gregorio Luperón, así como por los coroneles Benito Monción, José Antonio Salcedo (Pepillo) y Pedro Antonio Pimentel.

Fue designado como jefe de operaciones el general Polanco, quien, al ostentar el rango de general desde la Primera República y haber diseñado varias tácticas de guerra victoriosas contra los españoles, fue investido con el rango máximo de generalísimo.

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